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miércoles, 11 de agosto de 2010

DECLARACION PUBLICA



DECLARACION PUBLICA


Tragedia minera, tragedia de los trabajadores.


La noticia de agosto de 2010 y que ha impactado a la opinión pública dice relación con un grupo de treinta y tres mineros atrapados a ochocientos metros bajo tierra al interior de una mina en la tercera región, al noreste de Copiapó, sin que se tenga seguridad que aún están con vida.

La noticia esconde una dura realidad de Chile, país minero y marítimo que no cuenta con una preocupación por el bienestar y protección de los trabajadores (salvo períodos breves de nuestra historia y que siempre tuvieron un abrupto fin) ya que el modelo económico actual pone al hombre al servicio de la economía (entiéndase al servicio del proceso de acumulación capitalista) en consecuencia, la acumulación de riqueza se realiza a costa de los trabajadores y Chile se convierte en un país exportador de cobre (oro y otros minerales) con sangre, con sangre de la gente humilde, que lo único que tiene para tranzar en el mercado es su fuerza de trabajo.
Trabajadores doblemente esclavos ya que deben trabajar en condiciones inseguras por un escaso pago y por otra parte son esclavos del sistema financiero.

Se da la paradoja que en el primer centenario de la república, los mineros (trabajadores del salitre) desarrollaban el trabajo en condiciones cercanas a la esclavitud, en malas condiciones de trabajo-vida, y condicionados a comprar en un solo lugar ya que le pagaban en fichas que tenían valor en la pulpería de la oficina salitrera en la que se desempeñaba.

En el año del bicentenario, nos encontramos con un país más desarrollado, aún dependiente de la explotación de los recursos naturales, con malas condiciones de trabajo, bajos salarios y si bien ya no existe una ficha para comprar en la pulpería, está el dinero plástico, la tarjeta de crédito que tiene como rehén al trabajador y su familia ya que en la práctica toma posesión del trabajador e inhibe que éste se revele y luche por sus derechos ya que si lo hace arriesga su puesto de trabajo y por ende deja de ser objeto de crédito, recibiendo como castigo la expulsión de la sociedad ya que en la era de la globalización, la gente se socializa en el consumo.

Para que el trabajador se libere de estas cadenas, se requiere hacer un esfuerzo gigantesco para lograr un cambio valórico de la sociedad y dejar de someternos al Dios dinero, rescatando otros valores que dicen relación con la solidaridad y el tener conciencia de clase.

Paralelo a lo anterior se requiere luchar para lograr mejores condiciones de trabajo para quienes se desempeñan en faenas peligrosas, poniendo en el centro de la atención la seguridad e integridad del hombre, por sobre la acumulación de riqueza. La economía al servicio del hombre.

La tragedia ha sido enfrentada por el poder (léase empresarios y el gobierno) con un gran despliegue comunicacional al que se ha sumado la jerarquía eclesiástica (la misma que bendice las máquinas y el capital cada vez que se inaugura una actividad económica, que es la misma que bendice las armas que mataran a otros hombres buscando someterlos a la esclavitud) en búsqueda de sacar provecho político de la tragedia y desviar la atención respecto de lo que debería ser una discusión central; las condiciones de seguridad en el trabajo, requisito irrenunciable en toda actividad económica, perseguir las responsabilidades criminales y civiles de los dueños de la mina, sin descuidar la responsabilidad del gobierno en lo que se refiere a la fiscalización que se debe hacer a toda actividad utilizando el precario marco legal existente.

Los trabajadores y el pueblo deben percibir el gran poder que tienen en sus manos (lo que se ha evidenciado con el despliegue comunicacional) para dar un duro golpe al modelo neoliberal y de paso conseguir mejores condiciones de trabajo y acortar las brechas económicas y sociales que separan a nuestro país. (Léase, mejor distribución del ingreso)

Se debe hacer una denuncia pública de las malas prácticas empresariales de las mineras, (y de todas las empresas) solicitando para ello la solidaridad internacional de los trabajadores con el objeto de posicionar el tema de la responsabilidad social empresarial, junto a lo anterior se debe trabajar para que se establezca que todo producto que se transe en el mercado, tenga una certificación de origen que dé cuenta las condiciones medio ambientales en que se produjo, las condiciones laborales (seguridad, remuneraciones, etc.) utilizadas para lograr el producto, logrando la creación de un organismo internacional que se preocupe de certificar los productos, emitiendo éste un certificado que autoriza la compra y venta de un bien determinado.

A riesgo de perder un puesto de trabajo, se debe solicitar la prohibición de funcionamiento de una mina que no reúna los requisitos de seguridad que garantice el cuidado y protección de la vida y cuando el estado no cumpla el rol fiscalizador y celador del bien común, deben ser los trabajadores y la comunidad organizada quienes, reclamando la solidaridad de clase, denuncien internacionalmente a la empresa que no cumpla y le bloquee los mercados.

Las empresas, en los tiempos actuales, son muy cuidadosas de la imagen pública, sobre todo si ésta tiene alguna influencia en los mercados, por lo tanto esa debilidad debe ser explotada en beneficio de los trabajadores.

El trabajador debe utilizar al parlamento y al estado, pero su esfuerzo debe ser siempre la construcción de una fuerza propia, única garantía de que serán respetados sus derechos laborales y de que conseguirá un ingreso digno ya que la realidad indica que predomina la cautela del beneficio propio por sobre el bien común ya que es el estado el que debe aplicar la normativa vigente y fiscalizar por el cumplimiento de ella, pero en la práctica lo que ocurre es que el empresario prefiere pagar una coima al fiscalizador antes que resolver un problema y además “invierte” en las campañas políticas haciendo “aportes económicos” a todos los candidatos con lo que obtiene a cambio una conducta y actitud de las autoridades “benevolentes y complacientes” para con éste emprendedor.

Hace poco tiempo atrás vimos en los diferentes medios de comunicación, la discusión respecto al royalty minero, donde el actual gobierno estaba preocupado de asegurar la utilidad de las grandes empresas mineras por sobre el interés del país, en desmedro de todos los chilenos, cosa que no logró el consenso del parlamento.

El royalty es un impuesto adicional que deben pagar las empresas mineras y se supone debería estar orientado a invertir en investigación científica con el objeto de tener actividad económica el día que las minas se agoten y otra parte de ella debe ser invertida en aquellos lugares de donde se extrae el mineral para que exista un mayor desarrollo social de la comunidad que habita el sector, situación que hasta ahora no se ha concretado y lo que hacen es suplir carencias presupuestarias que deberían ser satisfechas de otros fondos, en concreto la gente, el pueblo no ha visto materializar ningún beneficio concreto para su entorno, calidad de vida ni ingreso.

El royalty es una pequeña porción que deberían pagar las mineras, pero éstas son ávidas y no están dispuestas a dejar de ganar ninguna cuota de dinero, dinero que se va a las grandes potencias y de ellos queda muy poco en nuestro país.

Como vemos la historia está plagada de infortunios y desesperanzas para nuestro pueblo y nuestros trabajadores, situación que tuvo un corto paréntesis en el periodo del gobierno de la Unidad Popular presidida por el compañero Salvador Allende Gossens, quien restituyó la dignidad al pueblo y los trabajadores.

La miseria e inequidad de los trabajadores de la minería fue rescatada por el grupo musical chileno Quilapayún, siendo plasmada en la canción “a la mina no voy” y que hoy cuya letra reeditamos ya que sigue siendo plenamente vigente.



El blanco vive en su casa de madera con balcón. El negro en rancho de paja en un solo paredón. Y aunque mi amo me mate a la mina no voy: /yo no quiero morirme en un socavón.:/ Don Pedro es tu amo, él te compró se compran las cosas, a los hombres no. En la mina brilla el oro al fondo del socavón el blanco se lleva todo y al negro deja el dolor. Y aunque mi amo me mate... Cuándo vuelvo de la mina cansado del carretón encuentro a mi negra triste abandonada de Dios y a mis negritos con hambre... “A la mina no voy, Quilapayún”


ASAMBLEA NACIONAL POR LOS DERECHOS HUMANOS CHILE.

Agosto 2010

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