Los estudiantes chilenos, que exigen desde hace semanas educación pública gratuita y de calidad para todos, salen a las calles este jueves por tercera vez en un mes en el marco de una protesta que se ha caracterizado por una gran participación y por su originalidad.
La manifestación convocada para este jueves sigue a dos multitudinarias protestas que reunieron el 16 y 30 de junio pasados en el centro de Santiago a más de 80.000 personas cada vez, consideradas las más masivas en las últimas dos décadas en Chile.
La nueva manifestación fue ratificada por los estudiantes tras rechazar un Acuerdo Nacional sobre Educación, que incluye un fondo de 4.000 millones de dólares, anunciado hace una semana por el presidente Sebastián Piñera.
En la propuesta, Piñera planteó también regular las utilidades de las universidades privadas, expresamente prohibidas en la legislación chilena, pero que es burlada a través de una serie de resquicios.
Este punto es central para los estudiantes, que ven en el lucro de las instituciones educativas la base de la desigualdad y falta de calidad del sistema educacional chileno.
"Las principales demandas del movimiento no han sido respondidas. El manejo político del gobierno en esta materia ha sido desastroso; hay un verdadero diálogo de sordos entre estudiantes y autoridades", comentó a la AFP el experto en temas de educación Mario Waissbluth.
En las dos primeras marchas, estudiantes, profesores, rectores y padres unieron su voz en festivas manifestaciones que coparon varias cuadras de la céntrica avenida Alameda y que no alcanzaron a ser opacadas por incidentes menores que se registraron con la Policía.
Durante la última manifestación, el 30 de junio, un enorme ataúd fue levantado por los estudiantes para representar la muerte del sistema educacional heredado de la dictadura de Augusto Pinochet, que redujo a menos de la mitad el aporte público a la educación y fomentó la creación de instituciones privadas.
"Y va a caer, y va a caer... la educación de Pinochet", gritaron miles ese día en las calles de Santiago.
Antes, unos 3.000 estudiantes se vistieron de zombis y bailaron al ritmo de 'Thriller' -el popular hit de Michael Jackson- en las afueras del palacio presidencial de La Moneda.
Una cifra similar participó de una masiva 'besatón' (protesta en la que los participantes se besaron al mismo tiempo) en la Plaza de Armas y cientos se han turnado para correr 1.800 horas alrededor de la casa de Gobierno.
Esta creatividad en la protesta -en la que las redes sociales como Facebook y Twitter han jugado un rol central- les ha hecho ganarse la simpatía de la mayoría de la población y el apoyo de varias figuras públicas.
De hecho, un 80% de los chilenos dice compartir el anhelo de los estudiantes de acabar con las desigualdades del sistema educacional.
"Tenemos una educación que cumple con reproducir la desigualdad de la sociedad más que revertir este problema. Tenemos escuelas para pobres, menos pobres y ricos, y lo mismo sucede en las universidades", comentó a la AFP Marcela Román, investigadora del Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación de la Universidad Alberto Hurtado.
"Nuestra educación sigue siendo una de las más segregadas del mundo, con problemas de calidad transversales a todo el sistema", coincidió Waissbluth.
El sistema chileno muestra notables avances en cuando a la cobertura, aunque a costa del endeudamiento de las familias.
Chile cuenta hoy con 3,5 millones de escolares y casi un millón de estudiantes de educación superior, un 70% de los cuales representan la primera generación en sus familias que cursa este nivel de estudios.
Pero para pagar sus aranceles, los estudiantes deben endeudarse en costosos créditos que al final de sus estudios representan una deuda similar a la de una hipoteca.
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