Chile vive un momento de su historia en el que las contradicciones sociales largamente acumuladas estallan por todas partes.
La “salida pactada” a la dictadura ya contenía en sí los gérmenes de las perturbaciones que hoy se manifiestan con fuerza. Esto ha llevado a que se popularice la expresión de alguien que graficó la situación sosteniendo que lo que hoy impera es el “Sí” más que el “No”, contrariamente a lo manifestado en el plebiscito que allanó el camino para superar la dictadura, luego de las incesantes movilizaciones y formas variadas, heroicas y masivas de lucha que forzaron una salida. Aunque, no una auténtica “salida”.
Estaba en el programa, formaba parte de la estrategia dictada desde los centros de poder más conspicuos: el imperialismo (sí: el imperialismo) norteamericano y las grandes fortunas edificadas en nuestro país sobre la base del saqueo al patrimonio público y el despojo a los trabajadores.
Era la mantención del modelo económico y social.
Y también estaba en ese programa, y como elemento esencial para la prosecución del modelo, una institucionalidad política que implicaba, como condición intransable, la negación al pueblo –“la gente”, se usaba decir- de toda posibilidad de reacción: de reconstruir sus organizaciones, de recuperar y potenciar sus sindicatos, de expresarse políticamente con independencia y ateniéndose sólo a sus intereses de clase.
Un modelo creador de inequidad, desigualdad, marginación y exclusión, no podía mantenerse sin el uso “inteligente” de la represión. Parte de ella es la “prohibición”, palabra clave en el pensamiento de la derecha.
Y es por eso que desde el ministerio del Interior, la intendencia metropolitana y la municipalidad de Santiago, se prohibe… Y para que no los acusen de “centralismo”, las mismas tácticas se despliegan en todas las regiones y ciudades del país.
Y es por eso que las demandas legítimas son consideradas una trasgresión a este curioso “estado de derecho”. Y es por eso que los manifestantes deben aguzar sus recursos expresivos para ser escuchados. Y es por eso que al no permitir expresarse a los legítimos manifestantes, se dejan abiertas las calles para que “los otros” se atengan al libreto cuidadosamente preparado. Y es por eso que comunicacionalmente toda movilización es desprestigiada o simplemente ocultada.
Y es por eso que está en el suelo el prestigio de “las instituciones”.
Y es por eso que, por mucho que la represión se “modernice”, el pueblo, del que son expresión legítima los estudiantes, volverá a salir a las calles.
La contradicción central de nuestros días, entre democracia y neoliberalismo, es decir, entre derechos ciudadanos y prepotencia del gran empresariado transnacional, se manifiesta también en el terreno de los derechos cívicos: a la petición, la demanda y la exigencia. Y, elemento esencial, sin el cual todo otro derecho es letra muerta, a la expresión libre y sin trabas de la opinión, para lo cual es de entera legitimidad la ocupación de los espacios públicos por manifestantes que, más que hostilizados y “castigados”, deben ser protegidos de toda violencia que turbe su limpio accionar.
Pero la realidad nos dice otra cosa, y la lección no tarda en ser asimilada por millones a lo largo del país: hay un muro hasta ahora infranqueable, y por eso a derribar, entre la derecha empresarial y los derechos ciudadanos.
ASAMBLEA NACIONAL POR LOS DERECHOS HUMANOS CHILE
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